La forma del cubierto, el color, los materiales con los que están hechos e incluso su peso son factores determinantes en este cambio. Por ejemplo, un queso sabe más salado si lo comemos pinchado en un cuchillo. Los yogures tendrán más sabor si los tomamos con una cuchara blanca de plástico.
Todo esto tiene una responsable: nuestro cerebro, que emite juicios sobre el sabor de los alimentos según lo que estamos viendo y tocando en el momento de llevárnoslos a la boca: “La forma en la que experimentamos la comida es multisensorial. Están involucrados el gusto, la sensación de la comida en nuestra boca, el aroma y el deleite de nuestros ojos”, explica uno de los encargados del estudio.
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